WHITECHAPEL
http://www.youtube.com/watch?v=3TAEyGJen44
La fotografías pertenecen al Whitechapel de la época.
Jack London, en su obra “El pueblo del abismo” (1902) retrata magníficamente la situación de extrema miseria en la que se veían los habitantes del East End de Londres. En 1902 fue mandado a Londres por el periódico para el que trabajaba, con el fin de cubrir la Guerra de los Bóers. Acabó permaneciendo allí siete semanas que dedicó a conocer en propia carne la vida en el East End de Londres; para ello se hizo pasar por uno de ellos disfrazándose de marinero sin trabajo y compartiendo la forma de “supervivencia” de esa pobre gente. No ahorra casi ningún detalle por terrible que sea: el hambre, la explotación infantil, las enfermedades producidas por la falta total de higiene, el trabajo inhumano sin derechos ni descanso.
A propósito de esta obra, Jack London señaló en una ocasión que:
“es el único libro que escribí con el corazón encogido y los ojos llenos de lágrimas”.
Y es que a medida que se va leyendo, la pregunta de cómo fue esto posible, aparece una y otra vez pues hablamos de países ricos (en todas las grandes ciudades industriales pasaba algo semejante, aunque Londres quizás fuera lo mas representativo).
En Londres, a finales del S.XIX, el 30% de la población era pobre de morirse de hambre; la aristocracia y clase media componían menos del 5% del censo; formaban más de cuatro quintas partes los obreros manuales, artesanos expertos y peones.
La ciudad presentaba una tajante separación entre el West End y el East End; los que habitaban en el West End la esperanza de vida era de 50 años, el 18% de los niños morían antes de alcanzar los 5 años; respecto al East End, la esperanza de vida se situaba en los 30 años y el 55% de los niños morían antes de los 5 años y estamos hablando de la misma ciudad; es decir, de vecinos.
De acuerdo en que siempre han existido y existirán ricos y pobres, pero cuando en un mismo lugar la inmensa mayoría es pobre y un alto porcentaje de estos se mueren de hambre frente a una minúscula minoría, es que algo no funciona bien. Jack London señala en su obra:
“En ninguna calle de Londres se puede escapar uno de la contemplación de la pobreza más abyecta; a sólo cinco minutos a pie de cualquier punto del centro de la ciudad se encuentra un arrabal; por donde ahora iba mi coche, sin embargo, la miseria parecía dominarlo todo y no hallar fin...Viejos y viejas desdentados y temblorosos revolvían en el barro, entre los desperdicios del mercado, buscando patatas, verduras podridas, alubias; los niños se arracimaban como un enjambre allá donde hallaban fruta podrida; hundían sus manos en el barro, o donde fuese, para alcanzar la preciada pieza que devoraban al instante”.
No voy a continuar; creo que con este párrafo es suficiente para tener una idea de cómo eran las cosas.
Por otra parte, tampoco se puede negar que la situación no preocupase; sí que preocupaba, pero en vez de buscar las causas en el propio sistema, se culpabilizaba a aquellos que soportaban esta horrible miseria. Y es que estamos hablando de la moral victoriana, representada en la obra de Oscar Wilde “El retrato de Dorian Gray”; Dorian es la imagen de esa sociedad, esplendorosa por fuera y podrida por dentro, pero ya hablaré de este tema en otra ocasión.
Si existe un alimento típico de los pobres, es la patata. Pues aquí tenéis una receta realmente buena que no puede ser más popular (y típica de León).
Ingredientes (para 6 personas): 1kg de costilla de cerdo adobadas, 2 kg de patatas, 2 dientes de ajo, 1 hoja de laurel, 1 pimiento rojo, 1/2 cebolla, 1 tomate, perejil, 1 cuchara de harina, 1 cucharadita de pimentón, 1 vaso pequeño de vino blanco, vinagre (opcional).
En una cazuela de barro (o en otra normal) pondremos los dientes de ajo picados, un poco de aceite, media cebolla picada y la hoja de laurel. Lo rehogaremos un poco y lo dejamos que cueza un poco, tras añadir un vasito de vino blanco.
Se agrega la cuchara de harina, la de pimentón, las costillas de cerdo y agua hasta que las cubra y algo mas para las patatas.
Después de cocer a fuego medio-bajo hasta que la carne de las costillas esté blanda (el tiempo depende de la cantidad de carne que tengan las costillas), se le añaden las patatas y lo dejaremos cocer suavemente durante veinticinco minutos más. A la mitad de la cocción echaremos unos trozos de tomate, unos pimientos y un majado de aceite, vinagre (opcional), ajo y perejil.
Dejarlo reposar un poco y servir.