sábado, septiembre 23, 2006

ORFEO

http://www.youtube.com/watch?v=PGd4Rs-O3ws


Massenet, “Thais. Meditación” (1894).




«¡Divinidades del mundo situado bajo tierra, en el que caemos todos los que nacemos mortales,si es lícito y permitís decir la verdad sin los ambages de una boca falsa, no he descendido aquí para ver el tenebroso Tártaro ni para encadenar las tres gargantas erizadas de culebras del monstruo meduseo;el motivo de mi viaje es mi esposa, sobre la que una víbora al pisarla derramó su veneno y le robó sus prometedores años.
»Quise poder soportarlo y no diré que no lo he intentado:venció el Amor. Este dios es bien conocido en la región de arriba;lo es y, si el rumor de un antiguo rapto no ha mentido, a vosotros por este Caos enorme y el silencio de este vasto reino,os suplico, volved a tejer el destino adelantado de Eurídice!
»Todos os somos debidos y, demorándonos algo, antes o después nos dirigimos deprisa a un único lugar.
Aquí nos encaminamos todos, ésta es la última morada y vosotros habitáis los reinos más extensos del género humano.
También mi vida, cuando cumpla oportunamente los añosque le corresponden, será de vuestro dominio: como regalo pido su disfrute, Pero, si los hados niegan la venia a mi esposa, he decidido no regresar: alegraos con la muerte de los dos.»

Ovidio. Metamorfosis (Libro X).




El mito de Orfeo es uno de los que más simbolismo encierra dentro de la mitología griega. Orfeo, hijo de Apolo y de Calíope, heredó de sus progenitores el don de la música y de la poesía hasta tal punto que los hombres se reunían para escucharlo y apaciguar su alma, los animales le seguían y las plantas se inclinaban ante el. Apolo le entregó la lira, que Hermes fabricó poniendo cuerdas sobre el caparazón de una tortuga que Orfeo utilizó tanto para atraer a los Argonautas lejos de la música de las Sirenas como para intentar rescatar a su esposa, Euridice, del reino de Hades. Tras la muerte de Orfeo, Júpiter puso la lira en el cielo.


Respecto a la muerte de Eurídice, A la vuelta de su viaje con los Argonautas, Orfeo se casó con ella, que era una ninfa de los bosques. Un buen día, Eurídice estaba paseando en compañía de un grupo de Náyades cuando una serpiente le mordió en el tobillo: en apenas unos segundos la muchacha murió envenenada mientras pensaba en su amado.

Cuando descubrió el cuerpo sin vida de su mujer, enloquecido de angustia y tristeza, Orfeo decidió ir a buscarla al mismo reino de los muertos. Tras atravesar la laguna Estigia se adentró por el mundo de las sombras hasta llegar ante los reyes del desolado lugar, la misteriosa Perséfone y el tenebroso Hades, y para ellos cantó con su lira implorando por la vida de su amada. Así nos lo cuenta Ovidio en su Metamorfosis (libro X).

Y tan hermoso fue el canto de Orfeo, y tan desgarrada fue su súplica de amor que Hades, dios y señor de los muertos, Hades, el invisible, al que nunca mortal alguno llamaba por su nombre para no despertar su ira, mandó llamar a Eurídice para que regresara con su amado al mundo de los vivos. Sin embargo, quizá porque la sabía imposible, le impuso una condición al poeta. Ocurriera lo que ocurriera, Orfeo no debía ver el rostro de su esposa hasta que ambos salieran de sus dominios. Pero cuando estaban a punto de alcanzar la superficie, Orfeo se giró para ver si Eurídice le acompañaba y al instante una irresistible fuerza volvió a llevarse a su amor por segunda vez.

Respecto a la muerte de Orfeo, se cuenta que Orfeo desdeñó el culto a todos los dioses excepto al sol, al que llamó Apolo; una mañana ascendió al monte Pangeo (donde había un oráculo de Dioniso) para saludar a su dios, pero fue despedazado por las ménades tracias por no honrar a su anterior patrón, Dioniso.

Es significativo que su muerte sea análoga a la muerte de Dioniso, para quien, por lo tanto, ha ejercido la función de sacerdote o avatar. La música desde entonces está en todas partes, porque los pedazos de Orfeo se repartieron por todo el mundo. No fue nunca adorado como un dios, se le consideraba un profeta, un gran sacerdote o un teólogo. En el siglo VI A.C. algunas sectas lo adoptaron como fundador y profeta, y no vacilaron en componer poemas religiosos bajo su nombre.

 

El orfismo es del siglo VI A.C., y su secta se caracterizaba por un riguroso ascetismo: solo podían llevar vestiduras de lino, se prohibía comer carne y huevos, y en su doctrina la divinidad principal no era Baco sino Dionisos, del que ya hablaré en otro momento.

La receta que os propongo es muy sencilla, ligera y, si se quiere, ascética:

CREMA DE ESPÁRRAGOS

1 manojo de espárragos verdes, ½ lata espárragos blancos, 1 patata, 1 dl nata líquida, tomillo, 1 litro caldo de verduras.



Rehogar los espárragos verdes troceados en una cazuela. Trocear la patata y añadir a la cazuela e incorporar el caldo de verduras y un toque de tomillo. Dejar hervir durante 25 minutos. Pasado éste tiempo, se añaden los espárragos blancos troceados menos las puntas y se bate todo con la batidora y lo pasamos por el chino. Volvemos a ponerlo en una cazuela e incorporamos la nata líquida; dejamos que hierva y se emplata. Se decora con las puntas de los espárragos blancos