“¡Crepúsculo, qué dulce y tierno eres! Las rosadas lumbres que perduran en el horizonte como la agonía del día bajo la opresión victoriosa de su noche, las luces de los candelabros que manchan con un rojo opaco las postreras glorias del poniente, las pesadas colgaduras que una mano invisible corre desde las profundidades del oriente, imitan todos los complicados sentimientos que se disputan el alma del hombre en las horas solemnes de la vida”.
Ch. Baudelaire, de “El Crepúsculo de la Tarde”.
El Poeta Viajero (1885).
Un museo que no es demasiado conocido en Paris e incluso ignorado por gran parte del turismo, es el de Gustave Moreau; ciertamente es un placer visitarlo ya que, a diferencia del Louvre o de cualquier otro de los importantes y famosos, está semivacío. Me imagino que se debe a que pocos conocen a éste artista tan especial y que no es del gusto de todos; yo debo reconocer que si llegué a saber de él, fue por la lectura de Huysmans, autor decadente como pocos y máxime exponente de éste movimiento, el decadentismo. Sus obras emblemáticas son “A Contrapelo”(1884) –que también recibe por título “Al Revés”- y “Allá Lejos” (1891). Cuando volvió al seno de la Iglesia católica, escribió dos obras más donde narra su experiencia religiosa: “En ruta” y “La Catedral”, pero siento decir que aún no las he leído, aunque deben ser muy interesantes. Este autor lo trataré más adelante, ya que en su espiritualidad desembocó en 1895, en el catolicismo estricto haciéndose oblato seglar en el monasterio benedictino de Ligugé.
“Hombre anciano alado y con barba” de Odilón Redón, uno de los simbolistas más puros y del que ya hablaré más adelante.
El SIMBOLISMO es una corriente literaria y artística que surge como reacción contra el realismo y naturalismo y, en arte, el parnasianismo. Algunos autores señalan que sería una continuación del Romanticismo; el hecho es que se opone al positivismo, al racionalismo y busca los mundos de lo “onírico”, de ahí que no sea infrecuente la utilización de la acuarela y el pastel, material este último que es a mi juicio, precisamente por su técnica en pulverizado, el más apropiado para representar los mundos que aunque partan de lo concreto, no se queda en la apariencia y que si bien se podrían calificar de subjetivismo, sin embargo llegan a lo trascendente. Es el difuminado que permite el pastel, lo que crea esa plasmación de los mundos que aunque se pueden calificar como he señalado antes, incluiría el núcleo interior del yo en el que, evidentemente, es imprescindible la representación simbólica. Se caracterizan estos mundos “oníricos” en que por su propia naturaleza no existe la definición, no existe lo concreto y todo resulta una especia de magma inaprensible, que escapa a cualquier intento de categorización, limitación; precisamente por ello requieren de la ambigüedad del símbolo, que es lo opuesto a la definición la cual es el ejercicio de la razón, pues la razón es precisamente la que se encarga de definir, fijar, poner límites, acotar y separar; de alguna manera de taxonomizar o etiquetar (cosa por otra parte imprescindible, para nuestra supervivencia en el mundo) la realidad. Pero si bien es lógico y necesario en la realidad exterior, sin embargo la realidad interior que es inaprensible para la razón, requiere y se sirve, también necesariamente, de otro lenguaje, como ya he señalado. Dentro de esa realidad interior estaría lo llamado “onírico”, pero no puede ser reducida a esto último, ya que lo llamado “onírico” es uno de esos mundos, pero no el único.
Por ejemplo, otro de esos mundos sería el de la fe y la religión, sobre todo la mística, y de hecho el interés por el cristianismo fue muy frecuente en los simbolistas, siendo esta una de sus características.
Salomé bailando ante Herodes (1876).
Respecto a Gustave Moreau (1826-1898), que es el artista que ocupa el presente post, aunque algunos lo señalan como preculsor del Simbolismo, a medio camino entre este último y el Romanticismo, sin embargo muchos lo consideran como perteneciente al primero. Su obra está inmersa en lo sacro y lo divino, de tal manera que resulta inconfundible.
Se tiene que señalar que su estilo es audaz y muy libre; técnicamente, utilizó texturas gruesas por lo que parece irregular. Por otra parte, las atmósferas que plasma son muy densas, creando un clima amenazante, de tensión y angustia; a medida que pasa el tiempo, el artista va prestando una mayor importancia al color en detrimento de la línea, de hecho algunos consideran que las obras de los últimos tiempos, las acuarelas, estaban ya próximas a la abstracción. En cuanto a la temática, es un pintor literario, influyendo en sus obras autores como Baudelaire o Mallarmé, y haciéndolo él lo mismo en otros como Huysmans o Gautier.
Phaethon (1878).
Toma elementos de la mitología, siempre en su carácter simbólico, así por ejemplo, la obra de más arriba, “Phaethón”, se refiere al hijo de Helios y Clímene, el cual fue robado cuando era niño por Afrodita para convertirlo en un daimon, en el guardián nocturno de sus más sagrados santuarios. Consiguió de su padre Helios que le concediese un carro tirado por caballos blancos, pero perdió el control, devastando aquellos lugares por donde pasaba, así que Zeus se vio obligado a intervenir derribándolo mediante un rayo. Phaethon se ahogó en el rio Erídano (Po). Es la caída de la Estrella de la mañana, que también aparece en los relatos bíblicos y en el Apocalipsis de San Juan.
La Aparición (1874-6).
Igualmente recrea el mundo oriental de Persia o Bizancio y tampoco es infrecuente encontrar el tema de las mujeres bíblicas “malditas” como Salomé, Dalila o Judith, tema que por otra parte también fue propio del simbolismo; en esto los simbolistas trazan una nueva relación entre el hombre y la mujer, destacando la peligrosidad, fascinación, etc…que ejerce la mujer (de verdad que los hombres acabáis aburriendo con vuestras fantasías y bobadas).
Precisamente, en la obra de Huysmans, “A Contrapelo” el protagonista está obsesionado con la obra de Moreau “La Aparición”. Otra figura muy importante es la de Orfeo, del que ya se ha hablado en este blog; por otra parte, además de estas representaciones también son frecuentes en la obra de Moreau la de adolescentes andróginos.
El Viajero (1888).
Heracles y la Hidra. (1876)
Igualmente se da un cierto gusto por lo monstruoso, aunque esta afirmación requiere explicación. En un mundo “onírico” estos “monstruos” son representaciones simbólicas de realidades interiores, que se expresan de esta manera. Así su obra está repleta de esfinges, grifos, hidras, unicornios, flores místicas, etc…
La Piedad (1854).
Respecto a la temática religiosa, su interés se centra en la piedad y en San Sebastián. Una obra que me parece de especial interés es el de “La Flor Mística” (1890).
“La flor mística”, es una alegoría en que la flor de la Iglesia se alimenta de la sangre de los mártires. Aquí se representa a la Virgen coronada saliendo de una flor y portando en su mano una cruz, todo ello en mitad de un paisaje escarpado y montañoso.
Aquí os dejo el link al Museo de Gustave Moreau; realmente merece la pena visitarlo y si no se puede hacer directamente, al menos siempre se puede hacer de forma virtual:
La receta de hoy, y por el interés que lo oriental despertaba en estos artistas, es un tanto exótica.
BROCHETAS DE POLLO SATAY.
Ingredientes: 5 pechugas de pollo que no sean muy grandes, 2 dientes de ajo, 2 limas, 2 cucharadas de salsa de soja, 1 cucharada de miel, 1 cucharadita de jengibre rallado, 2 cucharadas de aceite de sésamo o de girasol, unja pizca de pimentón, sal y pimienta.
Se mezcla lo anterior: 2 cucharadas de soja, 1 de miel, 2 de aceite, el zumo de 2 limas, los ajos machacados, el pimentón y el jengibre. Entonces las pechugas se cortan en tiras largas y se dejan marinar en esta mezcla durante 1 hora. Pasado este tiempo, se escurren y se van ensartando en las brochetas en zig-zag; a continuación se asan al grill, dándolas la vuelta de vez en cuando y untándolas con la marinada.
Respecto a la salsa de cacahuete, la que aparece en la foto me la trajeron de Thailandia, así que aunque tengo una receta que parece buena, hasta que no la haga, no os la voy a dar. De todas formas si podéis, haceros con ella pues está buenísima.