domingo, abril 03, 2011

LA CONSTELACION DE VIRGO

http://www.youtube.com/watch?v=gurh2gFDbb0




Dentro de las constelaciones de primavera y en concreto en el grupo de las Zodiacales, se encuentran Cáncer, Leo, Virgo y Libra. De las dos primeras he hablado aquí, así que el post de hoy va dedicado a Virgo. Como es habitual en estos temas, os recomiendo el estupendo artículo de La Bitácora de Galileo sobre la constelación de Virgo; ahí se encuentra todo lo que es necesario saber y más. Yo me voy a centrar en los aspectos mitológicos.



Virgo, la Doncella, es una constelación zodiacal de gran antigüedad. Pese a que en superficie es el segundo grupo de estrellas, su figura no resulta demasiado destacada, si exceptuamos a su gran estrella Spica (alfa Virginis, de magnitud 1,2).

La manera más sencilla para localizarla es tomar como referencia las constelaciones de su entorno; por ejemplo, prolongando la leve curva del mango del Carro hasta Arcturus (Constelación de Bootes) y de ahí hasta Spica. En el gráfico siguiente se puede ver.



Bueno, respecto a los aspectos mitológicos y simbólicos, a Virgo se la representa como una doncella, con frecuencia alada, tendida a lo largo de la eclíptica. Lleva en la mano derecha una palma y en la izquierda unos brotes de maíz: la “espiga de la Virgen” de Spica (Espiga). Por otra parte, su segunda estrella más importante, Vindemiatrix (la Vendimiadora) hace referencia, como su nombre indica, a la vendimia.



Desde las épocas de las primeras culturas mesopotámicas y egipcias, a Virgo se la ha representado por una figura femenina asociada a la fertilidad. En la mitología babilónica representaría a Ishtar, la Reina de las Estrellas, y llamada también Ashtoreth. En sus crónicas de la Inglaterra anglosajona escritas en el siglo VII, Beda el Venerable relaciona a la diosa Astarté, que a su vez se relaciona con Ashtoreth, con la diosa sajona de la fertilidad Eostre, que proporciona en inglés el término Easter, con el que se designa la Semana Santa. Fue una cuestión de simple observación. En la época de Beda, las estrellas de Virgo brillaban fuertemente en los cielos nocturnos de marzo y abril, permaneciendo visibles hasta finales del verano, garantizando la llegada de las cosechas.

Los primeros autores griegos identificaron a Virgo con la antigua diosa egipcia Isis, pero sobre todo la identificaron con Perséfone, hija de la diosa de la madre tierra Deméter. Con el tiempo, Ceres (el equivalente romano de Deméter) se identificó directamente con la constelación, no a través de su hija. Las connotaciones de fertilidad y cosechas están bien representadas en el conocido mito del rapto de Perséfone del que ya he hablado en otro momento.



El mito de Deméter-Ceres se ha convertido en la manera elemental de imaginar la constelación, pero existe una segunda línea a la que aluden los autores clásicos, que sostiene que Virgo es una representación de Astrea (la “Doncella Estrella”), diosa de la justicia, hija de Zeus y Temis; su balanza de la justicia sería la constelación de Libra. Según el poeta griego Arato (315-245 a.C. más o menos) “de siempre habitaba sobre la tierra y miraba a los hombres cara a cara…incluso incitándoles a ser más compasivos en sus juicios con los humanos”. Eso fue en la Edad de Oro, y según la humanidad pasó de la gracia a la degradación atravesando las edades de Plata y de Bronce, “verdaderamente llegó a aborrecer la Justicia a esa raza de hombres y voló hacia los cielos para hacerlos su residencia, donde incluso ahora ven los hombres, de noche, a la Doncella”.



Un tercer tema clásico relaciona a Virgo con Erígone, hija de Icario.

La historia es la siguiente, Erígone y su padre Icario acogieron al dios Dioniso (que andaba por Atica), y en señal de agradecimiento, éste les regaló una rama de vid y les enseñó a elaborar vino. Icario entonces invitó a tomar vino a un grupo de pastores, pero al no añadirle agua, se emborracharon y pensando que Icario los había embrujado, lo mataron a palos enterrándolo bajo un árbol. Erígone buscó a su padre sin encontrarlo, hasta que su perra Mera la llevó a la tumba y lo desenterró. Al verle muerto, Erígone se ahorcó del árbol y la perra, llena de pena por la muerte de sus amos, se arrojó a un pozo y se ahogó.

Dioniso, al ver lo que había pasado, hizo que las jóvenes de Atenas perdieran la cordura y comenzaran a ahorcarse, y así ocurrió hasta que el Oráculo de Delfos explicó la historia de lo que había pasado, por lo que los asesinos de Icario fueron detenidos y ahorcados. Los atenienses instituyeron una fiesta que se celebraba anualmente en la época de la vendimia, las Aiora (columpios), en honor a Dioniso durante las cuales las jóvenes se columpiaban de unas cuerdas colgadas de los árboles apoyando los pies en pequeñas plataformas; así se inventó el columpio.

Dioniso inmortalizó a sus amigos fijando en el cielo a Icario (Bootes), a Erígone (Virgo) y a la fiel perrita Mera (Canícula).

En India, a Virgo se la conocía como Kanya, madre del dios Krisna, representándosela como una diosa sentada ante un fuego.

Desde la primera época del cristianismo en Europa, a Virgo se la ha identificado con la Virgen María, siendo Spica la representación del Niño Jesús acunado en brazos de su madre.

Pues como suelo hacer cuando se trata de temas de astronomía, la receta de hoy tiene mucho que ver con el frío que se pasa cuando se está por la noche al raso observando el firmamento; con un vaso de leche caliente es perfecto.



MAGDALENAS DE NATA.

Ingredientes: 250 gramos de harina de repostería, 250 gramos de azúcar, 75 gramos de aceite de girasol, 150 gramos de nata líquida (también de repostería, de la de montar), 1 sobre de levadura, 3 huevos y ralladura de piel de limón.

Batir muy bien los huevos con el azúcar, añadir las ralladuras y volver a batir bien. Añadir entonces el aceite de girasol y la nata, continuar batiendo y añadir la harina tamizada con la levadura. Batir brevemente, pero que todo quede integrado, y ya ir echando en las cápsulas de papel hasta llenarlas hasta 3/4 de su capacidad. Dejar reposar en el frigo de ½ hora a 40 minutos, y mientras precalentar el horno a 200 ºC. Una vez pasado el tiempo necesario, se sacan del frigo y se espolvorean con azúcar y ya se introducen en el horno al que bajamos la temperatura a 180ºC. Se dejan hasta que estén doradas, se sacan y se dejan enfriar.



Imprimir